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martes, 3 de diciembre de 2013

EL CIMIENTO EN ARQUITECTURA INTEGRATIVA

El basamento, fundamento o cimiento es uno de los elementos de mayor importancia de una edificación y curiosamente algo que,  la mayoría de las veces, se considera un simple componente técnico que no requiere demasiada atención, al punto de ser el último objeto de diseño y dimensionado exclusivamente en función de la carga, la geometría de la estructura y la capacidad portante del terreno. Hoy va a quedar clara la necesidad de prestársela debidamente y, para ello, debemos entender primero en qué consiste exactamente y qué relación tiene con el resto de componentes del edificio bajo una perspectiva de arquitectura integrativa.


Todo elemento sobre este planeta interactúa en tres planos diferentes y éstos, a su vez, interactúan entre si (recordemos la teoría de sistemas, los campos interferentes, etc). Dicha interacción viene, en nuestro caso, a relacionarse con la propia que establece el ser humano en dichos planos, dado que podemos entender la casa (edificación), en cierto modo, como una extensión de él mismo. A saber, la relación con el cosmos ó "lo que viene de arriba", la relación con la tierra ó "lo que viene de abajo" y la relación con el ambiente ó "lo que viene del horizonte".  El paradigma geométrico que manifiesta más evidentemente este esquema, además de otras muchas cosas, es el gran octaedro de Giza cuya mitad emergente es popularmente conocida como la pirámide de Keops, donde quedan reflejadas las seis direcciones principales, dos verticales, cósmica y telúrica, dos en la dirección de rotación de la tierra, este y oeste y dos en la dirección de los ejes magnéticos, norte y sur.


Lo primero que debemos integrar es que el cimiento ejerce de medium entre el edificio y la Tierra. Por tanto, a través de él se canalizan todas las energías telúricas que emanan desde su interior y también se transmiten, comunican, bloquean ó descargan al terreno las energías de la edificación. En segundo lugar, la forma geométrica del edificio debe encontrar alojamiento, no solo apoyo para transmitir la carga, como si de un pisapapeles se tratara. Nuestro edificio debe encajar en medida armónica con la estructura geomagnética, el entorno y la morfología del terreno. Ademas de lo anterior, la dimensión temporal, el momento de iniciar la construcción, tiene una influencia de naturaleza astrológica y numerológica que debe ser considerada y ritualizada con el fin de enfocar y canalizar ciertas energías en el camino más favorable para la función u objetivos de la edificación y sus promotores ó futuros usuarios. La simple consideración de este hecho, obviamente por pura ignorancia, como una superstición sin fundamento no elude, de ninguna manera, los efectos que tiene la elección del momento para iniciar la edificación. El ritual de colocación de la primera piedra de un edificio tiene relación con este acontecimiento, aunque la razón de su existencia haya pasado al olvido. Cada cosa tiene su importancia y, tanto el inicio como el final de un proceso, tienen mucha (Recordemos también cómo se celebra el remate de la cubierta o cubrición de aguas con la puesta de una bandera. En ese caso se trata de ritualizar el momento de la conexión del edificio con el cielo). En última instancia, los cimientos establecen el límite entre el espacio delimitado por el hombre, y que lo cobija, con respecto a la materia mas densa del terreno y lo que se oculta tras dicho límite, algo que puede tener diferentes niveles de interferencia con la edificación. Es imposible dar aquí todas las explicaciones necesarias para iluminar a los incrédulos, y además no es esa mi intención, como tampoco lo es crear una guía de técnica constructiva para perezosos o vagos. Mi intención es únicamente activar aquellas preguntas que resuenan en el fondo de cada persona que lee estas líneas y marcar ciertas indicaciones o direcciones. Recordad que sólo quien busca, haya y sólo quien prueba, sabe.


Respecto al primer asunto, deberemos considerar tanto la calidad biótica del terreno, en general, como las posibles geopatías existentes bajo nuestros piés. La calidad biótica es más o menos homogénea en toda la biosfera y apta para la vida humana, por cuanto su vibración energética o etérica, de la cual nos nutrimos, es ligeramente superior a la nuestra y, por tanto, existe una diferencia de potencial positiva nuestro favor. Entonces ¿por qué deberíamos escoger el lugar? Sencillamente, ocurre que existen alteraciones del campo biomagnético terrestre que reducen el nivel de energía etérica que necesitamos para vivir saludablemente. Estas alteraciones pueden ser de origen natural, como las aguas subterráneas, las fallas geológicas o la existencia de gas radón que emana de las masas graníticas principalmente, y también de origen artificial, como la contaminación química, radiológica y electromagnética ó electrosmog que, además, tienen la "virtud" de activar geopáticamente las redes geomagnéticas (para más detalles sobre el asunto sería conveniente realizar un curso de geobiología y radiestesia con algún profesional competente ya que, aunque hay libros bastante útiles, aquí manda la experiencia como en todo).


En relación al anclaje del edificio, es necesario conocer previamente la traza electromagnética del terreno. para ello, lo más cómodo es utilizar el módulo del lugar ó módulo solar, el cual hay que determinar mediante una serie de operaciones relacionadas con la salida y puesta de sol, en los equinoccios y solsticios, para la latitud donde nos encontremos. También es muy importante coordinar esta medida con el múltiplo del módulo promedio de la red Hartmann, que determina la frecuencia de resonancia de la geometría del edificio con la red geomagnética terrestre y es la que permite anclar dicha red con los muros del edificio. De este modo, evitamos que dicha red se mueva, como ocurre de forma natural cuando no hay interferencias, además de convertir el edificio en un capacitor biológico, algo de lo que se hablará en otro apartado. De todos es conocida la oscilación de la declinación magnética o diferencia entre el eje magnético terrestre (el que marca la brújula) y el eje de rotación o geográfico y, dado que la red geomagnética se alinea con el eje magnético, las variaciones que sufre éste último se trasladan a la superficie del terreno igualmente. Pues bien, esto no ocurrirá si hemos anclado correctamente nuestro edificio, tal como se venía haciendo en los edificios religiosos hasta el siglo XVII. Podemos comprobar cómo todas (aunque no tengo la certeza de esto) las iglesias y ermitas anteriores a esta fecha tienen sus muros sobre la red de Hartmann y, por tanto, adoptan este módulo también en su geometría. Aparte, la variación del módulo del lugar aumenta (en la direccion E-W) en latitudes más  al sur y disminuye en latitudes más hacia el Norte, debido a la esfericidad de la tierra y la inclinación de su eje de rotación respecto del plano de la eclíptica, si bien no existe una relacion angular exacta que se pueda establecer matemáticamente en función de la latitud y, por tanto, lo mejor es medir y promediar. Como dato, meramente informativo, para la latitud de Madrid, el módulo del lugar viene a medir aproximadamante 7,51 mts, que es la distancia entre cuatro líneas Hartmann consecutivas que circulan en dirección N-S (aproximadamente 5,00 mts, si tomamos tres líneas). No obstante, repito que se trata de un valor empírico y que conviene determinar en cada momento. Además, es necesario conocer la ubicación de las líneas para utilizarlas en el replanteo del edificio, como base, y no crear interferencias en la red. Otra forma de fijar la red al terreno es mediante geopuntura, utilizando bloques de piedra paramagnética para marcar los ángulos del edificio o, incluso, fuera del mismo si hemos escogido una forma geométrica diferente al rectángulo. Teniendo estas consideraciones en cuenta, a la hora de plantar el edificio sobre el terreno crearemos una relación armónica de la construcción con su entorno y la conectaremos conscientemente con las energías cosmotelúricas.


Otra consideración importante sería elegir el momento propicio para iniciar la construcción, en primer lugar ya que, al igual que las personas nos vemos influenciadas al haber nacido en un momento determinado por la energía que recibimos en función de la configuración astrológica de ese instante, cualquier acción que realicemos lo está y los inicios de cualquier tipo son hitos importantes que marcan muchas veces el desarrollo posterior de los acontecimientos. La astrología era una de las disciplinas clásicas en los estudios académicos antiguos y, si bien se encuentra actualmente muy devaluada por la ignorancia de los "nuevos astrólogos", a buen seguro, quien esté interesado en aprender encontrará las fuentes adecuadas para acceder al conocimiento correcto que, por otro lado, ya no está restringido a una clase elegida sino se encuentra al alcance de todos los que realmente lo deseen adquirir. Por otra parte, este momento de inicio de la construcción debe quedar enfáticamente determinado mediante el ritual adecuado. Esta operación ritual permite añadir a las energías del momento aquellas que conscientemente consideremos más propicias para el buen fin de la construcción. Así, añadir a esa primera piedra los símbolos o elementos adecuados tendrá un efecto resonante a nivel permanente con la propia edificación. Por supuesto, la colocación no debe realizarse al azar, sino en aquel sector de la casa que sea más representativo para la función que deseemos potenciar.


Finalmente y no menos importante es resolver la función de la cimentación como límite entre el edificio y el terreno (En cuanto al aspecto de repartir la carga del edificio, existe mucha y buena información técnica, además de tratarse de un tema de dominio público en el que no me voy a entretener). Volviendo al asunto, si bien se trata también de un tema técnico es importante añadir ciertos matices relevantes. Normalmente, los estudios geotécnicos hacen un exhaustivo relato de la composición, resistencia, granulometría y humedad del terreno, pero no proporcionan información sobre la existencia de circulación de flujos de agua subterránea, sobre todo si es profunda, lo que llamamos venas de agua en radiestesia o venas de dragón en la geomancia china, así como tampoco se incide sobre la existencia de fracturas geológicas o fallas. Hemos de tener en cuenta que las aguas subterráneas alteran, casi siempre de forma nociva, los campos electromagnéticos naturales y artificiales debido a la interferencia de la carga eléctrica que se genera en el rozamiento (intercambio de iones) de las moléculas de agua con los diferentes materiales del terreno por el que transcurre. En el caso de las redes cosmotelúricas, que actúan como muros electromagnéticos invisibles formando una retícula, la presencia de venas de agua las hace más patógenas cuando coincide con ellas, creando puntos que succionan literalmente energía de nuestro biocampo y que podemos considerar como geopatías más o menos graves. No es muy recomendable dormir, trabajar o permanecer mucho tiempo sobre una geopatía si estimamos nuestra salud. Si tenemos sospecha sobre si un lugar determinado de la casa es geopatógeno, hagamos la siguiente prueba (no se requieren conocimientos radiestésicos). Pongamos el almohadón o la cama del perro en este punto e indiquémosle que este será su nuevo sitio para dormir. Si el animal lo acepta de buen grado, casi con toda seguridad (a no ser que ya esté durmiendo habitualmente en una geopatía, por obligación) este será un lugar neutro y podemos estar tranquilos. Pero, si por el contrario, el animal rehusa dormir en ese lugar... mejor cambiemos nuestra cama o sitio de trabajo a un lado (a más de un metro del anterior). Este experimento no funciona con gatos ya que estos animales se sienten cómodos en lugares geopáticos. El otro factor clave son las fallas. En este caso, también se produce una superposición de campos geomagnéticos con la línea de la falla, que se activa al oponer, debido al desplazamiento de capas del terreno, materiales de diferente composición que generan su propio campo eléctrico. Tanto las venas de agua como las fallas influyen sobre la superficie con independencia de su profundidad (es decir, puede ser indetectable por medios técnicos y estar a más de cien metros de profundidad, que afectará de la misma manera), por lo que conviene realizar un estudio detallado a nivel geobiológico y evitarlas en la medida de lo posible. También hay que decir que debemos incluir como venas de agua las generadas artificialmente por la edificación, tanto las acometidas de agua como, sobre todo, los desagües. Finalmente, y esto es exclusivo de las fallas, cuando estas se producen en material granítico, lo cual es muy frecuente, pueden liberar gas radón, un gas tremendamente contaminante que se genera en las profundidades dentro de las masas magmáticas, difícil de detectar y menos de erradicar, en cuyo caso estaremos obligados a ventilar profusamente los locales afectados o, bien, crear un forjado sanitario perfectamente ventilado para disiparlo, ya que se filtra por cualquier fisura existente.

Algo hay que decir también de los materiales a emplear. Preferentemente, como en toda la construcción, deberán evitarse, siempre que sea posible, productos sintéticos, muy procesados y metales (si, el acero de las armaduras también lo es). El tema de los materiales de construcción será tratado individualmente, así como la gestión de las humedades. Por ahora, suficiente.

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