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lunes, 16 de diciembre de 2013

LA CASA VIVIENTE

El presente artículo viene a poner de relieve cómo la conciencia se extiende a todos los actos que la propia conciencia crea. Si la creación del hombre, en nuestro caso la arquitectura, tiene una intención consciente por cuanto viene a ser un complemento o extensión de nuestra parte física, la edificación tiene una interacción biológica y no se trata de una simple masa inerte. Veamos cómo y porqué.


En primer lugar, debemos partir de lo genérico y ampliamente aceptado por la ciencia ortodoxa. Sabemos, a través del postulado principal de la Teoría de la Relatividad de Einstein, que materia y energía son conceptos
equivalentes; es decir, puesto que todo a lo que tenemos acceso con nuestra percepción básica a través de los cinco sentidos es material, podemos llegar a la conclusión que aquello que vemos, tocamos, sentimos con nuestra piel, oímos o gustamos es, básicamente, energía en una forma más o menos densificada. También sabemos, en mayor o menor medida, que existen otros tipos de energía como la luz que recibimos del sol, la energía eléctrica que hace funcionar nuestros hogares, que un coche se mueve debido a la fuerza térmica producida al quemar combustible en el interior de su motor ó que la fuerza del viento es capaz de producir movimiento que se puede transformar en trabajo ó energía... y poco más. 



Para la mayoría de las personas de nuestra sociedad moderna es inconcebible ir más allá de aquello que se puede comprobar con la vista, el oído o el tacto y, dado que este nivel de experiencia limita mucho las posibilidades de conocer la realidad, el ser humano común recurre a completar su visión del mundo a través de información foránea que procede fundamentalmente de los dogmas de la cultura imperante, donde tienen una gran influencia los medios de comunicación de masas y la religión. En este contexto cultural, donde la información que recibimos viene ya predigerida y la experiencia personal es tan pobre, las posibilidades de comprensión de la realidad son realmente limitadas. La única fisura que existe en este sistema y que constituye la auténtica posibilidad de eliminar estas limitaciones es la posibilidad de comprobar personalmente que la cosmología oficial difiere sustancialmente de la realidad comprobable, a poca atención que ponga uno en lo que observa a su alrededor. Dicho esto, queda de manifiesto que el presente artículo va dirigido a una reducida minoría de personas, aquellas capaces de aceptar que la realidad es mucho más compleja y, a la vez, más simple si nos esforzamos en aceptar la existencia de otros niveles de energía a nuestro alrededor.


Básicamente, tendremos que aceptar que, en cuanto materia, somos esencialmente constituidos por energía, pero ¿qué clases de energía hay? Los experimentos más popularmente conocidos de la física cuántica ponen de relieve la existencia del pensamiento o, generalizando, la conciencia como la enzima o catalizador que precipita o condensa la materia, luego estamos hablando de una energía cuyo origen es la conciencia y, en última instancia, de que todo es y, por tanto, tiene consciencia. Pero ¿cómo crea, como codifica la conciencia esa energía para condensar la materia? La física moderna también reconoce la existencia de múltiples dimensiones que coexisten y cuyas energías permean e intercambian información en diferentes niveles. Además, toda energía es susceptible de ser codificada y reducida a una vibración con una forma de onda determinada. El código formativo puede expresarse matemáticamente, es decir geométricamente. Por tanto, queda manifiesto que existe un campo de conciencia que emite formas de onda (u ondas de forma) que pueden ser expresadas geométricamente en múltiples dimensiones y que se manifiestan en cada una de ellas de forma específica.

Si llegamos a la conclusión de que toda materia está originada por la conciencia y que somos parte de ella, entonces, es fácil poder reconocer que el universo es una gran sopa de conciencia y que, consecuentemente, todo lo que nos rodea está constituido por diferentes formas de manifestación de este fenómeno. Este fenómeno es único aunque se manifiesta de forma múltiple y cada aspecto de la manifestación remite a la totalidad, lo cual no es más que una descripción del concepto holográfico, otro de los puntales de la física moderna. A su vez, el concepto holográfico nos remite al de fractalidad, que no es más que una propiedad que manifiesta la autoreferencia y posibilidad de anidamiento geométrico de forma infinita y, por tanto, de acumular, transmitir y comunicar información entre lo grande y lo pequeño, haciendo expresión del célebre Principio Hermético de Correspondencia “como arriba, es abajo” enunciado hace más de 5.000 años.


Otra idea importante está relacionada con el concepto de campo, entendido como ese lugar físico o conceptual en el que rigen ciertas fuerzas y leyes de funcionamiento. La energía se organiza a través de campos y existen campos energéticos muy diversos, todos ellos con un origen consciencial. Una de las propiedades que contempla la teoría de campos es su capacidad de interferencia. Es decir, existen niveles de energía en los que los diferentes campos pueden alterar las condiciones de otros campos si entran en contacto o se superponen con ellos. Finalmente, es necesario dar una pincelada sobre la anatomía energética del hombre, aunque aquí ya entramos en sutilezas en las que la ciencia ortodoxa no tiene instrumental para medir y calibrar.


Podemos identificar, a nivel básico, un componente material y energético en el estado más denso que llamamos campo o cuerpo físico-etérico, también una parte regida por cierta sensibilidad y lenguaje interno de tipo emocional que, si bien se superpone a la anterior, intuimos como algo con un funcionamiento diferente y que tiene cierta autonomía, el cuerpo emocional; además, podemos identificar una tercera parte regida por el pensamiento, las imágenes, los sonidos y palabras, el razonamiento, etc que constituye el cuerpo mental y aquí nos quedamos, de momento. Esta relación energética del hombre y todo elemento terrestre con el cosmos se manifiesta a través de las seis direcciones espaciales, cuatro horizontales asociadas a los puntos cardinales, el eje magnético y la rotación terrestres y dos verticales, una cósmica y otra telúrica y cuya expresión geométrica es el octaedro.
 

Dado que toda energía se corresponde con una forma y esta relación es biunívoca, a cada forma corresponde un patrón energético. Esto se cumple tanto a nivel de la geometría de una molécula de ADN como al nivel de una pirámide egipcia o al de una esfera solar. Toda materia se corresponde con una forma interna, por su composición molecular y una forma externa determinada por sus límites espaciales y toda forma crea un campo de energía en una frecuencia propia, llamada onda de forma que puede interferir con la energía de otros campos de similar nivel de vibración. En este sentido, las ondas de forma interfieren directamente con los campos energéticos sutiles del ser humano, el cuerpo etérico, el astral y el mental, básicamente, y pueden ser bioestimulantes, neutras o biodegenerativas. Cada material también genera o induce campos de energía procedentes de su estructura interna a nivel molecular. La información que contienen estos campos puede ser de origen natural o codificada artificialmente por diferentes procedimientos, como en el caso de los símbolos, mandalas y yantras, los remedios homeopáticos o florales o, bien, los resonadores radiónicos, por poner algunos ejemplos. Este punto es esencial cuando se trata de una construcción habitable, tan esencial como desconocido. Existen, además, infinidad de otros campos de energía que interfieren con el biocampo humano, ondas de radio, microondas de telefonía móvil y wifi, ondas ELF producidas por la corriente eléctrica, las generadas por todos los aparatos eléctricos y pequeños transformadores de la vivienda, etc, todas ellas nocivas y capaces de atravesar cualquier material de construcción, lo mismo que ocurre con las emisiones que estudia la radiestesia, procedentes de las líneas geomagnéticas de la Tierra, redes en forma de cuadrícula según los ejes magnéticos terrestres y a 45º de los mismos que tienen diferentes dimensiones y actividad geopática, la cual se incrementa en presencia de otros campos electromagnéticos y en la vertical de corrientes de agua subterránea (incluidas las aguas canalizadas y desagües) y fracturas o fallas geológicas. 


Más allá de todo lo anterior, se encuentra la propia energía vital que ocupa la biosfera terrestre, cuya generación y movimiento es imprescindible para alimento de todos los organismos vivos y que recibe diferentes denominaciones según la cultura de que se trate, tales como éter, qi ó chi, prana, orgón, etc y a la que, en coherencia con esta exposición, llamaremos energía etérica pues su función principal es nutrir el cuerpo físico-etérico. La gestión de esta energía en relación con las construcciones es el objeto de disciplinas como el Vastu o el Feng Shui, cuando tratamos con espacios habitables. 


Si utilizamos una analogía biológica, cada parte de una vivienda se puede asemejar a las constituyentes de los sistemas vitales. Así podemos ver como una vivienda dispone de una estructura o esqueleto y una piel o cerramiento, un sistema circulatorio y de evacuación de aguas, un sistema nervioso o eléctrico, aparato digestivo o cocina, sistema respiratorio con ventanas y puertas que, a su vez, permiten ver y establecer un contacto con el exterior, un sistema de regulación de la temperatura y, asimismo, las funciones de dormitorios y baños pueden asociarse a ciertas funciones orgánicas. Por tanto, a nivel conceptual, la vivienda se podría asemejar bastante a una réplica inanimada de un ser vivo ¿no es cierto? Además, la vivienda dispone de ciertos organismos, humanos o no, que circulan por su interior realizando diferentes actividades y haciendo que las funciones de la vivienda, a su vez, entren en acción. Por tanto, la casa se construye para vivirla y, en mi opinión, aquello que se vive también tiene vida, pues la complejidad de campos de enenrgía y conciencia que la constituyen entran en convivencia e interferencia necesariamente con los de sus habitantes y visitantes, constituyento un todo. Pero ¿es esto un despropósito? Las antiguas tradiciones esotéricas y mágicas, como la Kabala hebrea, hablaban de procedimientos para animar la materia inerte mediante la construcción de un gólem, por ejemplo, acción en la que tiene un papel fundamental el componente ritual e intencional. Con independencia de lo estrafalario que esto pudiera parecer, considero que, al menos a cierto nivel y a la vista de todo lo comentado anteriormente, no se puede descartar el hecho de que, cuando se construye una vivienda y se pone una gran carga emocional y esfuerzo en tal empeño, se cuida el lugar donde se asienta y los materiales que la constituyen y se contemplan los factores y posibles afecciones antes mencionadas, más aún si se construye con las propias manos, existe un ritual de acción e intención mediante el que proyectamos deseos y emociones por el cual, esa construcción o conglomerado de materia, adquiere forzosamente un cierto nivel de coherencia consciente que será muy provechoso para sus ocupantes si se ha atinado lo suficiente. Del mismo modo, si no se han considerado las posibles afecciones negativas, bien procedentes del terreno, del entorno electromagnético, de los materiales de construcción, de las formas empleadas o de cómo funciona y circula la energía etérica por la vivienda, cosa que me atrevo a afirmar ocurre en el 99% de los casos, adquirir y habitar una vivienda se puede convertir en una auténtica lotería de imprevisibles consecuencias.


La vivienda puede ser un espacio amigable que aporte vitalidad y prosperidad a sus habitantes, armonía en las relaciones, un espacio saludable y sanador para la familia y, como no, un campo de energía viva y consciente que actúe en resonancia con nuestros campos sutiles y contribuya al propio desarrollo evolutivo y espiritual. Con esta intención se elevaron en la antigüedad magníficas construcciones cuya presencia aún nos sobrecoge. 

También existen casos particulares de construcciones donde nuestro inconsciente envía señales negativas y nos producen inquietud y rechazo. No discutiría que ciertos edificios poseen un refinado nivel de inteligencia
derivado de sus formas y su integridad geométrica interna y externa. En cualquier caso, si atendemos a la relación materia-energía-conciencia y al poder creador del pensamiento reforzado por las emociones y los procesos rituales, podemos comprobar que todos estos ingredientes se encuentran presentes en la construcción de una vivienda y, por tanto, esta construcción es algo cualitativamente más complejo que un simple contenedor hueco. 

Por otro lado, una construcción puede acumular tal cantidad de infortunios como para llegar a ser tremendamente perjudicial para sus ocupantes. Esto puede traducirse en problemas de salud, laborales y relacionales y, si bien el caso extremo es excepcional y la mayor parte de las edificaciones se encuentran en una zona intermedia, el asunto es lo suficientemente grave como para ser ignorado sin más. También es preciso decir que la mayor parte de las construcciones existentes, yo diría que actualmente un 75% al menos, se encuentran entre el estado neutro y el más nocivo dado que, debido a la acumulación de factores negativos en las ciudades, donde se concentra la mayoría de las edificaciones, la calidad biótica es siempre inferior a los niveles necesarios para nutrir nuestro organismo. El 90% del espacio urbano actual se puede considerar enfermo en cuanto a los niveles energéticos biocompatibles se refiere. Este es el motivo por el cual sentimos esa acuciante necesidad de contacto con los espacios naturales. 

(*) Chi negativo

Afortunadamente, cada vez un número mayor de personas escapan de los patrones de pensamiento dirigido y adquieren conciencia, aunque sea a nivel intuitivo, de que algo no marcha por el camino adecuado en la vorágine de las ciudades, que se pierde más de lo que se gana en términos globales y que merece la pena plantearse alternativas más inteligentes y saludables. Todos ellos acabarán triunfando con las decisiones amparadas en esta intuición. 

(*) Chi positivo

Por cuanto al diseño se refiere, no existen limitaciones a la creatividad de los arquitectos en cuanto a las posibilidades pero, evidentemente, hay formas más fáciles de manejar que otras o, podríamos decir, menos peligrosas. Quien arriesga, debe hacerlo con un gran dominio y conocimiento de lo que ello implica, sabiendo corregir y equilibrar el conjunto para crear un todo armónico. Una forma no tiene por que ser pura para ser eficaz energéticamente, sino guardar ciertas proporciones y relaciones. Se trata de coherencia y armonía, simplemente. El diseño es un juego consciente donde la propia percepción, si la educamos, establece un buen criterio de validación. Podemos hablar de una forma absolutamente segura como es el círculo y la esfera, aunque tiene sus limitaciones y de nada servirá, además, si la construimos en materiales inadecuados como hormigón armado o sobre una geopatía agresiva. Los materiales naturales utilizados en bioconstrucción son mayoritariamente de una calidad bioenergética favorable o, en el peor de los casos, neutra, mientras que el acero, el aluminio y el plástico generan ambientes cargados positivamente por diferentes motivos y bloquean el flujo energético, lo cual no es nada saludable. Resulta difícil, por no decir imposible, encajar en un nivel de excelencia todos los factores que intervienen en el emplazamiento, disposición, forma y construcción de una vivienda si bien, la sola consideración de los mismos nos llevará a descubrir nuevas posibilidades creativas donde el resultado de la experiencia sea más importante que nosotros mismos. Todo lo que rodea a la edificación tiene influencia sobre ella y, por tanto, debe ser considerado y esto es aplicable, tanto a nivel físico como en lo cultural o social.

martes, 3 de diciembre de 2013

EL CIMIENTO EN ARQUITECTURA INTEGRATIVA

El basamento, fundamento o cimiento es uno de los elementos de mayor importancia de una edificación y curiosamente algo que,  la mayoría de las veces, se considera un simple componente técnico que no requiere demasiada atención, al punto de ser el último objeto de diseño y dimensionado exclusivamente en función de la carga, la geometría de la estructura y la capacidad portante del terreno. Hoy va a quedar clara la necesidad de prestársela debidamente y, para ello, debemos entender primero en qué consiste exactamente y qué relación tiene con el resto de componentes del edificio bajo una perspectiva de arquitectura integrativa.


Todo elemento sobre este planeta interactúa en tres planos diferentes y éstos, a su vez, interactúan entre si (recordemos la teoría de sistemas, los campos interferentes, etc). Dicha interacción viene, en nuestro caso, a relacionarse con la propia que establece el ser humano en dichos planos, dado que podemos entender la casa (edificación), en cierto modo, como una extensión de él mismo. A saber, la relación con el cosmos ó "lo que viene de arriba", la relación con la tierra ó "lo que viene de abajo" y la relación con el ambiente ó "lo que viene del horizonte".  El paradigma geométrico que manifiesta más evidentemente este esquema, además de otras muchas cosas, es el gran octaedro de Giza cuya mitad emergente es popularmente conocida como la pirámide de Keops, donde quedan reflejadas las seis direcciones principales, dos verticales, cósmica y telúrica, dos en la dirección de rotación de la tierra, este y oeste y dos en la dirección de los ejes magnéticos, norte y sur.


Lo primero que debemos integrar es que el cimiento ejerce de medium entre el edificio y la Tierra. Por tanto, a través de él se canalizan todas las energías telúricas que emanan desde su interior y también se transmiten, comunican, bloquean ó descargan al terreno las energías de la edificación. En segundo lugar, la forma geométrica del edificio debe encontrar alojamiento, no solo apoyo para transmitir la carga, como si de un pisapapeles se tratara. Nuestro edificio debe encajar en medida armónica con la estructura geomagnética, el entorno y la morfología del terreno. Ademas de lo anterior, la dimensión temporal, el momento de iniciar la construcción, tiene una influencia de naturaleza astrológica y numerológica que debe ser considerada y ritualizada con el fin de enfocar y canalizar ciertas energías en el camino más favorable para la función u objetivos de la edificación y sus promotores ó futuros usuarios. La simple consideración de este hecho, obviamente por pura ignorancia, como una superstición sin fundamento no elude, de ninguna manera, los efectos que tiene la elección del momento para iniciar la edificación. El ritual de colocación de la primera piedra de un edificio tiene relación con este acontecimiento, aunque la razón de su existencia haya pasado al olvido. Cada cosa tiene su importancia y, tanto el inicio como el final de un proceso, tienen mucha (Recordemos también cómo se celebra el remate de la cubierta o cubrición de aguas con la puesta de una bandera. En ese caso se trata de ritualizar el momento de la conexión del edificio con el cielo). En última instancia, los cimientos establecen el límite entre el espacio delimitado por el hombre, y que lo cobija, con respecto a la materia mas densa del terreno y lo que se oculta tras dicho límite, algo que puede tener diferentes niveles de interferencia con la edificación. Es imposible dar aquí todas las explicaciones necesarias para iluminar a los incrédulos, y además no es esa mi intención, como tampoco lo es crear una guía de técnica constructiva para perezosos o vagos. Mi intención es únicamente activar aquellas preguntas que resuenan en el fondo de cada persona que lee estas líneas y marcar ciertas indicaciones o direcciones. Recordad que sólo quien busca, haya y sólo quien prueba, sabe.


Respecto al primer asunto, deberemos considerar tanto la calidad biótica del terreno, en general, como las posibles geopatías existentes bajo nuestros piés. La calidad biótica es más o menos homogénea en toda la biosfera y apta para la vida humana, por cuanto su vibración energética o etérica, de la cual nos nutrimos, es ligeramente superior a la nuestra y, por tanto, existe una diferencia de potencial positiva nuestro favor. Entonces ¿por qué deberíamos escoger el lugar? Sencillamente, ocurre que existen alteraciones del campo biomagnético terrestre que reducen el nivel de energía etérica que necesitamos para vivir saludablemente. Estas alteraciones pueden ser de origen natural, como las aguas subterráneas, las fallas geológicas o la existencia de gas radón que emana de las masas graníticas principalmente, y también de origen artificial, como la contaminación química, radiológica y electromagnética ó electrosmog que, además, tienen la "virtud" de activar geopáticamente las redes geomagnéticas (para más detalles sobre el asunto sería conveniente realizar un curso de geobiología y radiestesia con algún profesional competente ya que, aunque hay libros bastante útiles, aquí manda la experiencia como en todo).


En relación al anclaje del edificio, es necesario conocer previamente la traza electromagnética del terreno. para ello, lo más cómodo es utilizar el módulo del lugar ó módulo solar, el cual hay que determinar mediante una serie de operaciones relacionadas con la salida y puesta de sol, en los equinoccios y solsticios, para la latitud donde nos encontremos. También es muy importante coordinar esta medida con el múltiplo del módulo promedio de la red Hartmann, que determina la frecuencia de resonancia de la geometría del edificio con la red geomagnética terrestre y es la que permite anclar dicha red con los muros del edificio. De este modo, evitamos que dicha red se mueva, como ocurre de forma natural cuando no hay interferencias, además de convertir el edificio en un capacitor biológico, algo de lo que se hablará en otro apartado. De todos es conocida la oscilación de la declinación magnética o diferencia entre el eje magnético terrestre (el que marca la brújula) y el eje de rotación o geográfico y, dado que la red geomagnética se alinea con el eje magnético, las variaciones que sufre éste último se trasladan a la superficie del terreno igualmente. Pues bien, esto no ocurrirá si hemos anclado correctamente nuestro edificio, tal como se venía haciendo en los edificios religiosos hasta el siglo XVII. Podemos comprobar cómo todas (aunque no tengo la certeza de esto) las iglesias y ermitas anteriores a esta fecha tienen sus muros sobre la red de Hartmann y, por tanto, adoptan este módulo también en su geometría. Aparte, la variación del módulo del lugar aumenta (en la direccion E-W) en latitudes más  al sur y disminuye en latitudes más hacia el Norte, debido a la esfericidad de la tierra y la inclinación de su eje de rotación respecto del plano de la eclíptica, si bien no existe una relacion angular exacta que se pueda establecer matemáticamente en función de la latitud y, por tanto, lo mejor es medir y promediar. Como dato, meramente informativo, para la latitud de Madrid, el módulo del lugar viene a medir aproximadamante 7,51 mts, que es la distancia entre cuatro líneas Hartmann consecutivas que circulan en dirección N-S (aproximadamente 5,00 mts, si tomamos tres líneas). No obstante, repito que se trata de un valor empírico y que conviene determinar en cada momento. Además, es necesario conocer la ubicación de las líneas para utilizarlas en el replanteo del edificio, como base, y no crear interferencias en la red. Otra forma de fijar la red al terreno es mediante geopuntura, utilizando bloques de piedra paramagnética para marcar los ángulos del edificio o, incluso, fuera del mismo si hemos escogido una forma geométrica diferente al rectángulo. Teniendo estas consideraciones en cuenta, a la hora de plantar el edificio sobre el terreno crearemos una relación armónica de la construcción con su entorno y la conectaremos conscientemente con las energías cosmotelúricas.


Otra consideración importante sería elegir el momento propicio para iniciar la construcción, en primer lugar ya que, al igual que las personas nos vemos influenciadas al haber nacido en un momento determinado por la energía que recibimos en función de la configuración astrológica de ese instante, cualquier acción que realicemos lo está y los inicios de cualquier tipo son hitos importantes que marcan muchas veces el desarrollo posterior de los acontecimientos. La astrología era una de las disciplinas clásicas en los estudios académicos antiguos y, si bien se encuentra actualmente muy devaluada por la ignorancia de los "nuevos astrólogos", a buen seguro, quien esté interesado en aprender encontrará las fuentes adecuadas para acceder al conocimiento correcto que, por otro lado, ya no está restringido a una clase elegida sino se encuentra al alcance de todos los que realmente lo deseen adquirir. Por otra parte, este momento de inicio de la construcción debe quedar enfáticamente determinado mediante el ritual adecuado. Esta operación ritual permite añadir a las energías del momento aquellas que conscientemente consideremos más propicias para el buen fin de la construcción. Así, añadir a esa primera piedra los símbolos o elementos adecuados tendrá un efecto resonante a nivel permanente con la propia edificación. Por supuesto, la colocación no debe realizarse al azar, sino en aquel sector de la casa que sea más representativo para la función que deseemos potenciar.


Finalmente y no menos importante es resolver la función de la cimentación como límite entre el edificio y el terreno (En cuanto al aspecto de repartir la carga del edificio, existe mucha y buena información técnica, además de tratarse de un tema de dominio público en el que no me voy a entretener). Volviendo al asunto, si bien se trata también de un tema técnico es importante añadir ciertos matices relevantes. Normalmente, los estudios geotécnicos hacen un exhaustivo relato de la composición, resistencia, granulometría y humedad del terreno, pero no proporcionan información sobre la existencia de circulación de flujos de agua subterránea, sobre todo si es profunda, lo que llamamos venas de agua en radiestesia o venas de dragón en la geomancia china, así como tampoco se incide sobre la existencia de fracturas geológicas o fallas. Hemos de tener en cuenta que las aguas subterráneas alteran, casi siempre de forma nociva, los campos electromagnéticos naturales y artificiales debido a la interferencia de la carga eléctrica que se genera en el rozamiento (intercambio de iones) de las moléculas de agua con los diferentes materiales del terreno por el que transcurre. En el caso de las redes cosmotelúricas, que actúan como muros electromagnéticos invisibles formando una retícula, la presencia de venas de agua las hace más patógenas cuando coincide con ellas, creando puntos que succionan literalmente energía de nuestro biocampo y que podemos considerar como geopatías más o menos graves. No es muy recomendable dormir, trabajar o permanecer mucho tiempo sobre una geopatía si estimamos nuestra salud. Si tenemos sospecha sobre si un lugar determinado de la casa es geopatógeno, hagamos la siguiente prueba (no se requieren conocimientos radiestésicos). Pongamos el almohadón o la cama del perro en este punto e indiquémosle que este será su nuevo sitio para dormir. Si el animal lo acepta de buen grado, casi con toda seguridad (a no ser que ya esté durmiendo habitualmente en una geopatía, por obligación) este será un lugar neutro y podemos estar tranquilos. Pero, si por el contrario, el animal rehusa dormir en ese lugar... mejor cambiemos nuestra cama o sitio de trabajo a un lado (a más de un metro del anterior). Este experimento no funciona con gatos ya que estos animales se sienten cómodos en lugares geopáticos. El otro factor clave son las fallas. En este caso, también se produce una superposición de campos geomagnéticos con la línea de la falla, que se activa al oponer, debido al desplazamiento de capas del terreno, materiales de diferente composición que generan su propio campo eléctrico. Tanto las venas de agua como las fallas influyen sobre la superficie con independencia de su profundidad (es decir, puede ser indetectable por medios técnicos y estar a más de cien metros de profundidad, que afectará de la misma manera), por lo que conviene realizar un estudio detallado a nivel geobiológico y evitarlas en la medida de lo posible. También hay que decir que debemos incluir como venas de agua las generadas artificialmente por la edificación, tanto las acometidas de agua como, sobre todo, los desagües. Finalmente, y esto es exclusivo de las fallas, cuando estas se producen en material granítico, lo cual es muy frecuente, pueden liberar gas radón, un gas tremendamente contaminante que se genera en las profundidades dentro de las masas magmáticas, difícil de detectar y menos de erradicar, en cuyo caso estaremos obligados a ventilar profusamente los locales afectados o, bien, crear un forjado sanitario perfectamente ventilado para disiparlo, ya que se filtra por cualquier fisura existente.

Algo hay que decir también de los materiales a emplear. Preferentemente, como en toda la construcción, deberán evitarse, siempre que sea posible, productos sintéticos, muy procesados y metales (si, el acero de las armaduras también lo es). El tema de los materiales de construcción será tratado individualmente, así como la gestión de las humedades. Por ahora, suficiente.